lunes, 8 de enero de 2007

Naturaleza Muerta

I
Me carga relatar, me carga tratar de poner las cosas en palabras, porque al mismo instante en que las cosas salen de mi, dejan de ser lo que fueron. Distinto si quisiera hacer arte, ese es otro cuento, pero no, no me interesa, yo sólo tengo las cosas dentro de mi y las pienso y las rearmo. Pero a ratos ya no sirve, a ratos no funciona, y una se ahoga si no trata de sacar afuera lo que se queda atascado. Es buena metáfora. Imagino mi cuerpo o tal vez sólo mi traquea, con un pedazo de pan atascado y me doy cuenta que si no intento toser o levantar los brazos o tomar agua, me voy a morir ahogada por el pedazo de pan. Del mismo modo, tratar de ir adelante con estas palabras, es algo así como una terapia radical. Un levantar de brazos al mismo tiempo que se tose y se embucha el agua por el gaznate y se golpea el pecho. Dios, si sólo pudiera evitar que la mitad del líquido se me fuera hacia la nariz llenándome de mocos la garganta y los ojos.

No estoy llorando, es sólo el agua.

Me cuesta recordar los primeros días con Laura. Se me confunden sus ojos con el resto de las vivencias y con demasiadas palabras. Las dos casi adolescentes en nuestro primer día de Universidad. Los Jeans más gastados posibles, sin poleras blancas - por eso de las transparencias - y un montón de preguntas que creíamos listas para ser resueltas. Las resolvimos, estoy segura que contestamos todas y cada una. Pero ahora, vistas las cosas con un poco de espacio, no me queda tan claro si me repetiría el plato.

Eran otros tiempo, me repito para tratar de justificar tanta huevada junta, pero ni siquiera se trata de eso. Nada justifica haber estado tan equivocados, nada puede explicar que cada pregunta hecha tuviera adentro, desde el principio, la respuesta incorrecta. El hambre de existir era hambruna en esos años y algunos de nosotros no quisimos perdernos ni una miga. La bacanal fue corta y plana, sin bemoles, sin oberturas ni contrapuntos. Una sola pieza deslizada en pocas líneas y dirigida por el imbécil de turno.

Pero nada de eso tuvo que ver. Estoy segura. Esos tiempos pasaron y las heridas nos volvieron fuertes. Nadie se muere de farra ni de relativismos, porque lo nuestro no fue mucho más que eso, una pasadita por el relativismo total, justo a la hora en que se caían los muros y las murallitas.

Ahora estoy triste. Mucho más triste de lo que creí. El agua en mi nariz y en mi boca lleva brotando desde hace horas y mi cara parece un tomate rojo y amoratado. Traté de meter la cabeza en el lavatorio para despejarme, pero me asusté. Yo no. Laura siempre fue tan fuerte, pero yo no.

II

Me dejé caer sobre la cama como muerta. La cabeza me retumbó de inmediato, como si estuviera llena de gas, de agua. Como si no pudiera soportar esa presión sobre las sienes. Pero al final una siempre lo soporta. Esa es una parte bien jodida de todo esto. Hay ratos en los que las sensaciones físicas son tan intensas que una de verdad cree que de pronto simplemente no será capaz de aguantar más y el dolor se va a acabar. Pero no, la mayoría de las veces no funciona así y una se da vueltas y hasta se pega en el cuerpo para ver si desaparece esa sensación y cuando vuelves a probar, ahí está, igual que al principio.

El teléfono sonó por horas y horas pero no tuve ánimo de contestarlo. Apagué la grabadora anoche, no sé por qué pero menos mal. No quiero escuchar la voz de nadie tratando de levantarme. Mierda, las puedo oír .... Fernanda .... Fernandaaa, contesta ......te llamé a las 7 ... te llamé a las 8 y cuarto ..... feliz cumpleaños ..... ¡¡No!!, por Dios que no tengo ganas.

Como a las 9 y media me levante para tomar un vaso de agua. No había agua fría en el refrigerador así que me llené un vaso directo de la llave y le eché unos hielos. Cuando iba por la mitad me di cuenta que en fondo del vaso se había agrupado una especie de sarro espeso y medio blanco. No sé si del hielo o del agua. Esta huevá me podría matar, me dije tratando de tomarlo con buen humor y me prendí un cigarro. Puta la huevá, no me parece justa esta depresión. No quiero terminar igual que ella, de verdad no tengo sus motivos, aunque quisiera .... Pero es mi cumpleaños y no soporto estarlo viviendo.

III
Cuando Jorge se estaba vistiendo, anoche, no pude aguantar las ganas de decirle que en ese instante estaba cumpliendo 31. Miré el reloj y vi como los punteros nítidos tocaban paralelos las 12. Se lo largué como un comentario cualquiera, con humor, como si se tratara de una maldad de niña o de un desafío. Él me quedó mirando con ojos redondos, se sentía totalmente incomodo y trataba de buscar una manera de darme explicaciones por haberlo olvidado. Este tipo es un imbécil, pensé con pena, nos hemos visto 5 veces y obviamente no tenía como cresta saber que era mi cumpleaños, pero el muy huevón se quedó ahí, con su pelo corto, su cuerpo largo y flaco mirándome, con cara de ingenuo, dando explicaciones.

Se fue a los minutos, mirando la hora como una justificación y prometiendo flores. Yo me tapé con las sábanas, a pesar del calor y traté de entender por qué mierda había estado hasta hace unos minutos montada arriba de ese ser, soportándolo dentro de mi cuerpo.

Me pasa a veces que soy capaz de reproducir algunos instantes con exactitud. Nunca son largo, no más de 4 o 5 minutos de la película, pero lo logró en cada detalle, con sensaciones físicas, con aromas con tactos .... Jorge extendido sobre la cama. Mis manos un poco crispadas sobre su pecho, mis pechugas apenas colgando y con restos de sudor y saliva, mis piernas abiertas sobre ese cuerpo y mis caderas danzando y sintiendo el roce de sus pelos sobre mis nalgas. El huevón es bueno en la cama, eso es innegable... Pero me da tanta rabia que ese sea un motivo suficiente para acostarme con él.

Mi estomago siente que voy a acabar y me encanta saber que este huevón no es de los que arrugan. Me preparo, acomodo mi cuerpo para sentir más roce y aumento el rítmo. Él me toma las caderas con las manos sudadas y mueve mi cuerpo sin desconcentrarme. Cuando estoy a punto sube un poco sus piernas y quedo clavada, literalmente clavada ... Por un instante corto creo que la cagó, que voy a perder mi orgasmo, pero no, el muy maricón sabe hacer esta huevá y a los segundos siento esa sensación que me parte en el abdomen y que baja y se va desbordando por mis pechos y mis piernas ... siento que mis ojos están en blanco y que Jorge me mira ... me observa mientras acabo como quien observa una película porno ... Este huevón tiene una manera de mirarme que me calienta ... que me hace sentir ....

El huevón termina de arremeter y con una sincronía imbécil me pregunta si quiero seguir ... yo muevo un poco las caderas y me doy cuenta que no ... que estoy lista ..... termina le digo un poco jadeante ... y él me vuelve a acomodar ... me baja un poco y me penetra profundo y despacio dos o tres veces .... me duele un poco pero sé que no se va a demorar mucho ... a la quinta o sexta siento dentro de mi sus latidos y el semen que rebota contra el latex .... saca su pene con cuidado y me baja ....

Si Jorge se fuera corriendo, si fuera uno de esos parias que se dan vuelta y prenden la tele ... pero no ... el huevón se acomoda ... me hace cariño en la cabeza y juega un rato con mi pubis ... me hace cosquillas ... me da un beso largo ... espera que yo me relaje y me ofrece un cigarro ....

IV
Me metí en la tina por instinto .... tal vez como una manera de camuflar la necesidad de tocarme .... o de llamar a Jorge para decirle que nos veamos ....

Son las 10 y cuarto .... Dejé la puerta abierta para escuchar la radio .... Jorge no me interesa ... no es una excusa, lo juro, le he dado mil vueltas y sé que no me interesa. Pasarlo bien en la cama puede ser una buena razón para seguir viendo a alguien, pero no es la razón que me inspira ahora. El agua está exquisita, me podría quedar aquí un siglo ... mi piel blanca está super roja y no me importa que se me moje el pelo, que se esparza como una maraña de briznas amarillentas flotando en el agua... me encanta sentir que me quemo un poco ... me relaja.

Aquí en la tina me di cuenta de lo de Jorge. No se trata de que él esté casado, eso daría lo mismo, el problema es otro. Mientras pensaba en mi cumpleaños y en tratar de pasar un rato con él me di cuenta que si no lo llamara más ... o si me negara un par de veces él no insistiría . Eso está bien, claro, son las reglas del juego y fue bueno mientras duró, pero simplemente no tengo ganas de seguir jugando.

V

Ahora recuerdo que unas semanas antes, me encontré con Laura en el Café del Patio. Raro, se le veía bien pero andaba poco comunicativa. Me contó que había conocido a un Lama de verdad, ese día, a la hora de almuerzo y parecía completamente extasiada en la conversación que tuvieron. No entendí muy bien la manera como llego a conocerlo, al parecer la Ximena, que trabaja allá se lo instaló en la mesa. Un par de palabras, algo así como... este es el Lama ¿puede almorzar contigo? Parece que a Laura le pareció entretenido el personaje, aunque jura que era muy feo.

No hay nada peor que las fiestas de fin de año. Yo decidí que no iba a hacer ningún regalo, a nadie. Pero claro, que a mis sobrinos, que los niños no tienen por qué entender las manías de una y que después de todo mi mamá seguro me va a tener algo y cómo no llevarle por último una tontera ... y .... nada, como siempre me termino gastando la mitad de sueldo y el suculento aguinaldo de 20 lucas.

Las cosas pasan rápido. A veces demasiado rápido y quizá por eso es que no nos dejamos tiempo para sentir. No sé que puede tener que ver eso con mi encuentro con Laura pero ... la sentí lejos ... aún más lejos que de costumbre, como si el hecho de hablar con el famoso Lama la hubiera convertido en un ser especial, también a ella ....

Me imaginaba bien la escena. Laura sentada en el Restaurante con su vestido café, ajustado, a través del cual se dibuja nítida la forma de su cuerpo grande y bien hecho. El traste en su lugar, no perfecto ni duro, pero construido con las técnicas de antes y demarcado con unos calzones chicos que apenas se notan a través de la tela. Laura, sentada; Laura con un libro en la mano y almorzando sola, Laura arreglándose de vez en cuando el pelo castaño y lacio y ... el joven Lama, que según ella era joven y muy moreno, con rasgos orientales, hablándole del Everest como quien habla de un barrio en el que vivió de chico. Según Laura, el Lama sólo le daba importancia al frío del lugar .... O, si , Everest, yo estuvo muchas veces ... es lugar frío .... muy frío .... uno se acostumbra ....

Sé que hay una conexión entre la lejanía de Laura y el Lama, pero todavía no logro descubrirla completamente. Puede que no tenga nada que ver, que al contrario, esa haya sido una pequeña luz en mitad de todo, pero no sé. Ese día lo tengo marcado como el principio y me cuesta no culpar al enanito budista.

VI
¿Dónde encaja Santiago? No tengo idea. Antes del funeral de Laura lo había visto un par de veces. Ella me hablaba de él con un amor infinito, pero como si se tratara de un hermano chico. De uno de esos seres que sólo tienen sentido cuando sus vidas son relatadas por alguien fuerte, como Laura. Pero es raro, ese día en el cementerio hacía tanto frío y Santiago se me acercó desde atrás y me puso su chaqueta sobre los hombros. Dios sabe como me cargan esas huevadas, pero .... Puta, hacía tanto frío.

VII
Jorge se acaba de ir. Creo que esto fue una ruptura definitiva. Me da tanta risa. No tenía ganas de conversar así que me metí con él a la cama y me dejé arrastrar por mi cuerpo. Era delicioso saber que esa sería la última vez y jurármelo mientras cabalgaba ese cuerpo ya conocido me excitaba más. Saber que la próxima vez que lo viera lo trataría como a un conocido lejano, hacía mucho más sórdidas las imágenes de mi misma. Cuando estaba a punto de acabar pensé en Laura, en las piernas de Laura, en sus pechos, en sus caderas anchas, en su pelo castaño y la imaginé montada, como yo, sobre Santiago.

... Preferiría que no me llamaras más ...

Solté las palabras con toda tranquilidad mientras me lavaba la cara en el mismo baño en el que él, con el arma en la mano, trataba de apuntar al agujero y sostener la tapa del baño al mismo tiempo.

... ¿Qué dijiste? ...

El pobre hombre no podía verse más ridículo. Con el pene flácido entre los dedos y la mano agarrada de una tapa de Water celeste ...

... Que preferiría que dejemos esto hasta aquí ...

Me da lata darle más vueltas al resto. Sólo sé que disfrute cada segundo a partir de ese momento. Jorge sacudiéndose el pene ... Jorge lavándose las manos ... Jorge hablando ... Jorge preguntando ...

Yo con ojos de pena ... No me hagas preguntas, por favor. No tiene nada que ver contigo. Al contrario, he pasado momento lindos, pero creo que ya no me hace bien ...

El resto fue patético, como todo en Jorge... Se fue sin prisa. Me beso en los labios sin ganas ... miró de reojo mis tetas como un perro que quiere comer pero que no encuentra más hambre y ... salió. Han pasado dos meses y no he vuelto a cruzar una palabra con él. De vez en cuando me tiento a llamarlo, es cierto, pero sé que es gula y la gula es un pecado ¿o no?.

VIII

No quiero despertar y darme cuenta que nada ha cambiado desde la noche. No quiero tratar de abrir los ojos y darme cuenta que las palabras que dije o las que dijimos no sirvieron de nada. Me sentí culpable. Es tan cierto. Pero no me puedes pedir que me siga tratando como una cobarde. El día que lo supe no sentí pena. Eso vino después. Sólo sentí asco y culpa. Sé que no es justo, pero recuerdo que en alguna época nos dijimos la una a la otra que no nos mentiríamos. Tu ya no estás para decir nada. Pero yo aún te sigo hablando, aunque sólo sea desde una calle en la que de noche nos besamos borrachas y que sigue apareciendo en mis recorridos como si fuera nuestra iglesia.

No sé por qué lo hiciste. No quiero saber, aunque a cada rato me traicione y trete de imaginarlo, de buscar respuestas. ¿celos? No lo creo, nunca nos habíamos detenido en cosas tan vanas. Me tratas de decir que no tengo nada que ver con tu decisión. Te puedo ver sonriendo y chillando ...” no seas soberbia Fernanda, el mundo entero no gira para tus ojos” ...

Aprecio tu gesto, me encantaría estar segura, pero ¿como saberlo si te fuiste sin dejarme una señal? Sólo esa conversación absurda sobre el monje budista.

¿te habrás acostado con él?

Durante años nos reímos de nuestros amantes. Metidas en la cama tibia y con un café con leche nos pasábamos horas describiendo algún detalle sórdido; alguna novedad recién aprendida. Tu cuerpo grande y siempre ardiendo rozando mi piel delgada, casi transparente y mis pechos en punta. Dios, como disfrutaba el sabor de tu cuerpo. Nada, nunca, se le podrá comparar.

¿Te habrás acostado con el Lama joven y bajo y feo?

Por desgracia creo que no. Te faltó tiempo, te faltaron manos, el pobre se habría muerto ante la sola propuesta. Pero me encanta imaginar que sí, que te acostaste con el pobre Lama y que tuviste que indicarle con las manos y con gestos cada paso. Me lo imagino metido en tu cama, sudando como un perro, revolcando su cuerpo pequeño y tirante sobre tus carnes.

¿Si te hubieras acostado con el Lama habrías pensado en mi?

¿Te acuerdas que era parte de nuestro trato?

No existe la infidelidad entre tu y yo, me dijiste, sin quitar la mano perdida entre mis piernas. No te puedo dar más de lo que tengo. No me puedes dar más de lo que tienes, pero cuando estemos con un hombre, pensaremos en nosotras.

Puedo sentir tu voz en mi oído ese día. Puedo sentir aún tu mano devorándome por dentro, recorriendo mi interior con un mapa mental que ningún hombre es capaz de concebir ... Te lo juro, dije en éxtasis, y al acabar pensé en ti, con los ojos extraviados y montada sobre un macho.

IX

Santiago me invitó a comer el sábado. No sé por qué acepté. No tuve fuerzas para inventar una excusa y a él se le oía tan fresco, tan vivo. Faltan diez minutos para la diez y estoy sentada junto a la ventana con una copa de vino frente a mis ojos y un cigarrillo en los labios. Me costó mucho elegir la ropa. Pensé en ti mientras me la probaba. ¿Que te habría gustado?, ¿como habrías mirado mis tetas?
Sólo al final, cuando elegí la pollera larga y la blusa transparente pensé en él.

¿Te habrías puesto celosa si hubiéramos salido antes? Me gustaría creer que no, que no había nada vedado entre tú y yo, pero con Santiago siempre fue distinto. Nunca supe si fueron amantes. Conociéndote pensaría que sí, pero ustedes se veían tan distintos juntos. Yo siempre supe cuando un hombre había estado dentro de ti. Se les notaba en la cara, se les notaba en la manera de mirarte, pero con Santiago era difícil saberlo. Te tocaba como si supiera de tus rincones y, sin embargo, había demasiada belleza en sus ojos, demasiado desinterés. Puede que la respuesta sea el amor, pero esa palabra ha quedado tan atrás en mi vocabulario que me cuesta considerarla entre las alternativas.

Debo reconocerlo. Te mentí. Te mentí cien veces cada vez que me preguntaste. Sentí celos de Santiago, unos celos opacos y fétidos. Te odié por quererlo, por permitir que un hombre te mirara de esa manera, por abrir para él tus ojos y dejarlo entrar como si pudiera entenderte. Te odié por no haberme hablado de él como de todos los demás, por no atreverme a preguntar. Perdóname, tenías derecho a sentirlo, es sólo que yo me volví demasiado amarga con los años y a veces se me ocurría que cuando hacías el amor con él, y lo mirabas a los ojos y veías algo de lo que yo también he visto en sus ojos, tú ... tú no pensabas en mi.

X

Ya van 10 metros juntos. Santiago me saludó con cariño, sin corazas. Habría preferido una aproximación un poco más cruda pero él no parece saber de estas cosas. Me miró, de eso si estoy segura, me miró de arriba abajo antes de decir algo. Yo intenté atacarlo ... ¿qué pasa? ¿Tengo algo?

Pero no hay nada que hacer. Con razón Laura lo tenía como un monje, como un confesor, como un ángel de la guarda.

“Nada, ¿por qué? Estás muy linda, siempre me gustó esa falda. A Laura también le gustaba, me acuerdo que cuando te veía con ella me pegaba codazos para que te mirara el traste”.

Me gustaría odiar esa manera de refregarme su intimidad con Laura. Me gustaría estar enojada, despreciarlo, pero, cresta, en sus ojos veo que al hablar de ella su vida se nubla, igual que la mía, y eso nos acerca demasiado.

Auto ... puerta ... ventana ... cigarrillo ... radio ... silencio ... su mano sobre mi hombro ... sus dedos tocando mi pelo vuelto una maraña de paja amarillenta ... sus labios sonriendo ... mis labios sonriendo ... nuestros labios juntos en una luz roja ... sus ojos húmedos ... mis ojos estilando ... auto ... puerta ... su mano y la mía tomadas hasta llegar a la puerta del Restaurante ... pañuelo ... nariz ... ojos ... su brazo tomando el mío ... mi cabeza reclinada ... sus manos depositándome sobre la silla ... una risa natural desde sus labios... un remedo de sonrisa desde los míos.

XI

Las ideas de Laura sobre casi todo me asustaban. Lo de irnos juntas, irnos a vivir juntas, me parecía una locura. Nunca he estado con otra mujer y me cuesta pensar en otra. Con los hombres es diferente. Siempre he pensado que después de todo, una está hecha para recibir a un hombre dentro. Lo quiera o no. Pero estar con una mujer, en cambio, es algo espiritual. Es un abrir los ojos y lanzarse a un precipicio sin escalas, como si de pronto ya no hubiera otra alternativa y sólo lo disfrutas cuando ya es demasiado tarde para arrepentirse. Creo que fue la Durás la que habló de esto. Pero para ella era justo al revés. Los homosexuales no aman a nadie, sólo aman la homosexualidad. Que mierda sé yo. No sé si soy lesbiana, no sé si soy tan puta, sólo extraño a Laura. Cuando sueño, sueño con las piernas de Laura, con su piel sudada, con sus manos grandes que me recorren. Pero a veces, de noche y sin querer, sueño también con amantes de Laura. Le gustaba recomendármelos y disfrutaba como una niña cuando después, en la cama, podía compartir conmigo sus impresiones, sus teorías sobre cada uno.

Sé que ella dormía con otras mujeres. Pero ese era un tema del que no hablábamos mucho. Laura tenía una idea implícita de la intimidad que nunca pude entender del todo.

- Cuando estoy contigo, te amo más que a nadie. Eres mía hasta los huesos –

Palabras como esas salían de los labios de Laura sin explicación, sin rebalses, como si decirlo fuera un acto de honestidad pura, una variable de comunicación mínima. Pero para mi todo era diferente, para mi ella era mi lazo conmigo misma, mi razón de ser.

¿Si me pervirtió?

No lo sé. Si no me hubiera besado borracha en la entrada del pasaje Rosal, probablemente no habría conocido el sabor de una mujer, eso es cierto, pero que mierda ... Una no anda por la vida como una guagua de cuna ... A mi me gustó ... A mi me volvió loca ... Mi cuerpo se pegó al suyo con mucha más fuerza de la que soñé siquiera y entre mis piernas sentí de inmediato una humedad viscosa que se convirtió, muy luego, en mi homenaje para sus dedos.

XII

Me gusta dejarme llevar por las primeras impresiones. Adoro los prejuicios, me encanta dar una ojeada y apostar. ¡Te debes haber perdido un millón de cosas! Me decía Laura, pero no. La única manera de perder algo es saber, de algún modo, que se ha perdido, y yo jamás acepté nada de eso. Si me arrepentía de un juicio, lo reformulaba y listo. Pero me arrepentía poco y así no me perdía nada.

XIII

Trató de explicarme. Le dije que no hacía falta, pero insistió. Y hacía falta, por supuesto que lo necesitábamos. No llegamos a ninguna conclusión seria, pero desde esa primera vez comenzamos a intentarlo con sistematicidad, reiterando, repitiendo.

Él, Santiago, trataba de unir cabos sueltos con hilitos de información que yo no manejaba. Yo, al principio, hacía todos mis aportes desde la más descarada soberbia, dejando en claro que mis recuerdos y percepciones se basaban en una vida en común, en una comunión espiritual que él no podría soñar. Pero con él esas cosas tampoco resultan. El huevón no me competía, no entraba en mi juego y se limitaba a asentir cuando estaba de acuerdo con alguno de mis juicios o a suspirar con pena cuando mis recuerdos gatillaban sus propios recuerdos. Fueron tardes y noches largas. A la salida del diario yo recogía mi cartera apurada y casi no me despedía de mis compañeros. Nos juntábamos apurados, tratando de llegar siempre a tiempo, como si se tratara de un rito. Una colega nueva, casi recién salida de la escuela, nos encontró juntos en el café de siempre. Al otro día, un poco tímida, me preguntó si Santiago Matta era mi pololo. No pude aguantar la risa. De algún modo se me había olvidado que este huevón es un músico conocido, pero por sobre todo, se me había olvidado que los hombres y las mujeres tienen la costumbre de relacionarse como parejas. Ese día le comenté el asunto a Santiago y él también se río. Se río mucho, pero después me miró con ojos tristes, me tomó la mano y pude ver como le caían unas lágrimas delgadas por las mejillas.

XIV

Santiago está frente al piano. No conocía su casa. Es raro que no la conociera después de todo este tiempo, pero ya está. Aquí estoy frente a él. Una sala enorme en un barrio viejo y de moda. El piano de cola, sus dedos delgados, su rotro hermoso, infantil. Verlo tocar es una experiencia increíble. El par de veces que lo vi en el Municipal estaba frente a la orquesta, con una baqueta como único instrumento y si bien entiendo, porque no soy tonta, que el tipo influye en la música que oigo, es distinto.

Santiago me mira de vez en cuando. Se ríe. Le parece raro estar tocando al viejo Ludwig para mi. A ratos se detiene para hacerme algún comentario. Me explica y yo lo escucho. Continúa contando los compases, musitando, recorriendo cada peldaño hasta encontrar el tono. Tocando de memoria.

Había llegado de vuelta a Chile hacia un par de años, después de pasar 8 en Alemania. Llegó contratado como segundo director residente de la orquesta filarmónica de Santiago. Me cuenta que en esa época era feliz. Recién cumplía los treinta años y el aroma del viejo teatro le parecía delicioso. Tenía una gran cámara como estudio. Un buen piano. Envidia y respecto, en ese orden.

Desde el principio, una vez más... fíjate. La célula rítmica fundamental, cuatro notas, unísono, cuerdas, clarinetes, imagínalas en tu cabecita Fernanda, me dice con una ternura autoritaria que me hace sentir niña... La progresión ascendente terminará por estrecharse, fíjate, así, hasta penetrar en el tema... Santiago toca las teclas dejando espacios de tiempo, esperando cuerdas y vientos que sólo existen en su cabeza ... este es el tema segundo, Fernanda, violines y clarinetes, cuerdas graves, desgaste ... hasta el final. La misma célula, agravada, subrayada, femenina. Sí, femenina, Fernanda... Viejo sordo de mierda, dice entre resoplidos, mientras, como un destello, sus ojos se clavan en mi.

Santiago dejó de tocar... sin esperar una pausa ... se paró del piano. Caminó hacia mi. Me tomo por la cintura. Me llevó casi en andas hasta un sofá distante. Me besó. Era la segunda vez que nos besábamos. Me miró a los ojos, despacio, luego se inclinó hasta ponerse de rodillas y tomó con las dos manos el broche de mis pantalones. Yo lo miraba temblando... esperando... ardiendo....

Me desnudo con fuerza, casi sin cuidado. Yo, entre mordiscos, disfrutaba su crudeza. Desde hacía mucho que necesitaba que este huevón me tratara como una mujer. Pensé que incluso, si paráramos en este instante lo habría conseguido, tenía a Santiago como ella. Pero entonces lo miré a los ojos. Me quedé ahí, pegada, mucho rato, mientras el comenzaba a lamer mi cuerpo, y de pronto lo vi. Vi en sus ojos a Laura. Vi en sus facciones a Laura. Me sentí tan idiota. Me lo dije casi riendo, casi feliz... Huevona idiota, imbécil. Por Dios, sus facciones, su cara, sus gestos. Ella estaba por todas partes. ¿Por qué mierda nunca me lo dijo? Si era tan fácil. Alguna historia familiar extraña, algún pudor que se volvió misterio. Pero, cresta, si era tan fácil saberlo, tan fácil adivinarlo. No dije nada, me quedé muda pensando en tonteras. Los apellidos son puras huevás. Quien sabe como llegaron a ellos. Que vuelta de tuerca, que nombre supuesto...

Santiago me hizo el amor con fuerza. Mirarlo así, sobre mi cuerpo, me tenía enloquecida. Cambié de posiciones mil veces, lo disfruté como una niña. Creí amarlo, aunque eso no importara. Me sentí amada, y eso sí que importaba. Luego, me beso despacio y se paró desnudo. Caminó hasta el piano y se sentó.

¿Qué te pasó Santiago? Quise preguntar. Pero él ya estaba de vuelta sobre las teclas. Ya no tocaba a Bach. Tocaba una obra suya. No me lo dijo pero, a pesar de mi oído de tarro lo supe. Me había hablado de ella un par de veces pero yo no le había dado importancia. Supe que al hablarme de su obra estaba tratando de confesar este misterio un poco ridículo, pero nunca me gustaba dejarlo entrar en su terreno. Que idiota.

Los sonidos se repetían intensos. Con pasos dramáticos. Ternura, pasión, odio, miedo, fuego, infierno, cielo, paz... sus dedos. Sus dedos.

Junto al piano, una partitura escrita a mano. Su letra nerviosa. “Naturaleza Muerta: Opus 0”. Por Santiago Matta. En memoria de mi hermana Laura.


FIN

1 comentario:

GABU dijo...

¡ME ENCANTO!
JULI...ojalá algún día tenga el método de escribir en tiempo,forma,personajes y sensaciones,como lo haces vos!

P.D.:Me quedó un sin sabor de muerte en la naturaleza misma del ser humano...

PERO ME E-N-C-A-N-T-O!

BESAZOOOOOOOOOOOOOO